Una sensación extraña me despertó esta mañana cuando apenas empezaba a amanecer y todavía no había sonado el despertador. El sonido de la tele que había dejado prendida intencionalmente mostraba las personas que habían pasado la noche en vela en una plaza cargada de recuerdos y significados. A través de la ventana se reflejaban los restos de una llovizna ya pasada en una ciudad apenas iluminada por las primeras luces del día. Se me ocurrió que la lluvia era como si la ciudad hubiese llorado también. Las imágenes que vi en la tele me recordaron que estaba empezando un día particular. Lo que pasó me afecta y lo primero que me acordé fue del 2001. Sentí mucha angustia de que eso vuelva a pasar. Nací en 1984, un año después de la vuelta de la democracia, y sé que eso lo llevo como una marca que siempre voy a defender. De la presidencia de Alfonsín no tengo recuerdos. De Menem fue más lo que me fui dando cuenta después por las consecuencias terribles que dejó. En la crisis del 2001 tenía 16 años y aprendí el significado de la palabra "estado de sitio" cuando la anunció De la Rúa en su discurso, y "saqueo" cuando la mencionaron los periodistas. También me acuerdo la noche que la gente prendía fuego el Congreso y el miedo que tuve por mi hermano que en ese momento estaba ahí. Así empecé a vincularme con la política, desde el temor, el descreimiento y el escepticismo, como seguramente tantos otros de mi generación. Con el tiempo la desilusión me hizo ver la realidad de otra manera y empecé a sentirme identificada con ideas más de izquierda, pero no de la izquierda argentina, que sin animos de ofender, me parece bastante patética. Más como una intuición que como una certeza, en el 2007 quise ir a conocer Cuba. Junté para el pasaje y le pedí a mi papá que me de plata para poder hospedarme en una casa de familia. Y ese fue el viaje que, a pesar de todas las contradicciones, me hizo confirmar muchas cosas que ya venía creyendo y comprender varias otras. Mi ideología la fui y la sigo formando a partir de lo que me toca vivir y la percepción que tengo sobre eso. Nos demos cuenta o no, las cosas que pasan nos van condicionando, nos afectan, es inevitable. Y si yo temo que se repitan los hechos trágicos que viví en este país, me imagino que lo mismo les debe estar pasando a las personas sensibles de generaciones anteriores que vivieron la dictadura, el hecho más tremendo y cruel que pudimos haber pasado. Del 2001 para acá, viví la política de los Kirchner, con muchas críticas y con mucha desconfianza. Y también reconozco lo bueno que hicieron, sobre todo los logros a nivel de derechos humanos y la relación que consiguieron con los demás países latinoamericanos. Pero no me siento peronista, ni me siento kirchnerista. Sé que todavía me falta conocer mucho de política y capaz hablo desde la ignorancia, pero siento que, hoy por hoy, lamentablemente la lucha entre peronistas y no peronistas es un boca-river que continúa vigente, pero con miles de muertes a cuestas. Y posiblemente esto vuelva a repetirse. Posiblemente esto recién empieza. Entonces, una vez más, me veo obligada a elegir entre las políticas más populares. Y siendo así, vuelvo a elegir al gobierno actual. Vuelvo a apoyar a Cristina una vez más, como lo hice en la última elección. La elijo, no por orgullo, sino para que no vuelva a haber otro gobierno de la derecha más conservadora, como un Macri o un Menem. O para que no pase lo que me da escalofríos y ataque de pánico de solo pensarlo; otra dictadura.
por Laura Litvinoff
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